Rocío García y Villa Manuela en la XIII Bienal de La Habana

Hace dos años, precisamente el 13 de abril del 2019, se inauguró en Villa Manuela como parte de la XIII Bienal de La Habana la exposición Beliki Tuman de la artista visual Rocío García. Fue acogida por todo el público asistente con mucho interés y agrado. Aquí dejamos a su alcance las palabras de su catálogo.

Una silueta en la bгuma
Por Modesto D. Seгpa

BELIKI TUMAN [La gran niebla] anuncia una viscosidad conceptual en las nuevas soluciones pictóricas de la artista. Si, se arriesga. En un gesto de añoranza por el oficio, incorpora cuanto descubre de etapas de esplendor de una pintura aprehendida en un proceso riguroso de formación artística. Sin embargo, Rocío, que siempre ha sabido aderezar sus lienzos con atmósferas lujuriosas y personajes erotizados, encripta con un sosiego inhóspito nuevos conceptos en soluciones formales de matiz clásico, como ya es costumbre.

 

Ciertamente la artista entiende la sexualidad como un problema político, donde el heterocentrismo no es otra cosa sino una herramienta para mantener el equilibrio de un orden social impuesto. Ha sido este el discurso central en toda la producción de Rocío, una pintura para el resquebrajamiento de pilares sólidos [siempre mal emplaza-dos] en el imaginario socio-cultural humano. Una geopolítica del sexo y la libertad como par indivisible en las dinámicas interpersonales. Tal vez por eso disfruto siempre los procesos receptivos cuando en un intento diletante los déspotas del poder se acercan a sus trabajos.

Sucede que Rocío hace frente a la invisibilidad que se le ha imputado a la negación de la norma, a todo aquel subyugado al confinamiento por un todo social definido desde la superestructura.

BELIKI TUMAN otorga otro tipo de legitimidad desde el poder de la ar­tista. Y en este acto consiste lo grandilocuente de su concepto: apelar al mantenimiento del orden socio-político desde el arte. El sensor nunca podrá entender que la sexualidad no puede, ni debe, ser recluida a lo privado, ya que responde a prácticas institucionalizadas que la convier­ten en un asunto social. Lo que no acierta el poder, es que precisamente la sexualidad responde a prácticas sociales en el instante en que son reguladas desde la cultura y la estructura. Entonces comienza el juego de máscaras, un juego que lejos del respeto decreta la represión.

Rocío da continuidad al protagonismo del cuerpo masculino en la di­solución constante de una «heterosexualidad obligatoria», donde in­cesantemente se anula la existencia de una realidad múltiple y se oprime esa multiplicidad. En semejantes procesos siempre se van a constatar una violencia física y simbólica que inunda cada una de las composiciones de la artista.

La gran niebla, que se ha extendido desde los más altos sustratos de la política internacional hasta procesos culturales del patio, cobra en esta muestra matices estéticos particulares. Rocío recurre a una eco­nomía de recursos en la disposición de los planos, uso del color y la línea, etc. para la implementación de un «no espacio» de sus escenas. En sus telas se erige solamente el cuerpo transformado en potencia política del biopoder, de una biopolítica destinada a producir cuerpos en tensión social. En BELIKI TUMAN se concentran estas tensiones en recurrentes representaciones de un dominador y un dominado en ocasiones solamente sugeridos en los recursos simbólicos esgrimidos. A través de estas nuevas soluciones pictóricas, Rocío se apropia de la estética del boceto y otras ganancias orientales para desterritorializar todo criterio de normalización.

En su más reciente muestra en Villa Manuela, los personajes de la artista alcanzan un estado superior de esa libertad añorada como au­tonomía. Y como ya sabemos que ese libre albedrío corresponde a una ficción dolorosa, puede que no salgamos de las junglas siniestras de Rocío con otro registro que el de la culpa y la amenaza constante del alejamiento.