Espacios cíclicos

José Antonio Echevarría octubre 2004

Espacios cíclicos

En el mar y en la llanura
y en la llanura del mar,
el tornasol aguamar
su nacimiento inaugura.
Lezama Lima

El azul, abisal e infinito, nos aleja de la realidad. Nos coloca en situación inextricable, avasallados por la aséptica soledad de estos cuadros que muy a su pesar, reniegan de la belleza. José Antonio, con intención subversiva, tergiversa su contenido. Primero, se asocia a la abstracción para tratar el fondo, casi monocromático, azul y blanco deslumbrante. Luego, pone a flotar – más bien a danzar – sobre éste, los elementos figurativos que le sirven de pretexto a su sarcasmo. ¡Cuánta ironía en estas flores hieráticas, desprovistas, suspendidas en esas naturalezas muertas que hacen triza los valores del género!

Así como el hombre de mar necesita valor y pericia para enfrentar la monotonía del océano, para desafiar su inmensidad, para soslayar esa descomunal y solapada fuerza oculta en la masa de agua, el artista se sobrepone al ímpetu de sus instintos bien entrenados para resolver con eficiencia la trama convencional de la obra, y acepta el reto de su inspiración. Azul versus azul, azul glacial que nos remite, desde el trópico profundo, a los impolutos paisajes de la Antártica donde encontramos escritas sus alucinaciones estéticas, dramáticamente petrificadas como fósiles sobre la afilada superficie del hielo. ¿A dónde quiere llevarnos en este viaje inaudito?

El color azul desmedido – alusivo a la ilusión ramplona del hombre común -, se opone con un nuevo simbolismo al hedonismo trivial y patético de cierta pintura que frecuenta nuestras salas, en medio de un mundo que se derrumba, ética y materialmente, con precisión de relojería. El ojo como elemento representacional, aparece de súbito, rueda por la composición, se multiplica y actúa. El ojo es también un caracol, una espiral, un pez, pero como ojo al fin expresa la mirada. La mirada atenta de Dios hacia el universo -su creación- y hacia los hombres, la del asombro y la tristeza, la del escrutinio introspectivo del filósofo o la que se queda atrapada en el microscopio del investigador, (la del artista repara en el gesto que hace visible lo insondable del pensamiento humano y se aventura a testimoniarlo con sus emociones). Las flores pasan de la solemnidad académica al trazo ingenuo del cómic, y se convierten en lluvia, estrellas, o se animan graciosamente, casi con ternura, para simbolizar el beso o el adiós. Con ello, José Antonio desata y pone en fuga las tensiones, desacraliza el carácter grave de la crítica que subyace, y el público, a su vez, encontrará razones para la susodicha sonrisa. Una ventana, una mesa, una cenefa evocan la creatividad del hombre en su eterna interrelación con el medio.

José Antonio (1967), pintor y escultor graduado del Instituto Superior de Arte (ISA), desmantela en el plano la lógica del discurso pictórico de sus coetáneos. La simplicidad de sus composiciones y el monocromatismo alegórico, son también en su obra elementos expresionistas. Detrás del absurdo y un aparente vacío están sus manipulaciones para motivar la inconformidad, para provocar nuestro desacuerdo con tanta complacencia establecida. Sueño con azules (mayo 2004), su primera exposición con este tema realizada en el Centro Cultural y de Animación Misionera San Antonio María Claret de Santiago de Cuba, no fue una panacea, ni una propuesta redentora, era un reclamo desgarrado por la inasible moralidad del arte que, en nuestro medio, también sucumbe bajo las imperiosas leyes del mercado. Espacio cíclico en azul, es otra vuelta a la tuerca que ajusta sus obsesiones.

Para el escultor que hay en José Antonio, los cuadros son en primer lugar eso, espacios, sitios acaso deshabitados, susceptibles a la acción interventora del hombre o de la naturaleza. Esa es su misión, su razón de ser y su meta. Por eso dispone con racionalismo cualquier elemento que pueda dejar testimonio de su mano sobre la escena. Pero lo cíclico es una categoría de tiempo, de periodización, de procesos progresivos que se cierran sobre sí mismo para volver a comenzar en una nueva etapa ¿superior? su trayectoria. La noción de evolución constriñe la libertad creadora. El artista se expande en estos espacios como un acto de fe, sin importarle lo que suceda fuera de sus límites.

La Galería de la UNEAC esta vez exhibe la obra de José Antonio Hechavarría para celebrar también con él la salida de un libro sobre su labor: un artista joven que cree en lo que hace, un hombre bueno. En el espacio, vibra en círculos concéntricos toda la energía positiva que emana de su esfuerzo.

Janet Ortiz
2004

Obras

Lluvia I

José Antonio Echevarría 2004

La luz que en tus ojos arde II

José Antonio Echevarría 2004

Margarita está linda la mar

José Antonio Echevarría 2004

La luz que en tus ojos arde III

José Antonio Echevarría 2004

La noche II

José Antonio Echevarría 2004

Equilibristas I

José Antonio Echevarría 2004

El cuadrado

José Antonio Echevarría 2004

Equilibristas II

José Antonio Echevarría 2004

La tarde

José Antonio Echevarría 2004

Lejos de mí

José Antonio Echevarría 2004

A través del universo I

José Antonio Echevarría 2004

El tonto de la Colina

José Antonio Echevarría 2004

El ojo en el Caracol

José Antonio Echevarría 2004

Art Decó

José Antonio Echevarría 2004

Adios

José Antonio Echevarría 2004

El beso

José Antonio Echevarría 2004

Artistas