Aquí vienen a dar todos los vientos

Carlos Trillo julio 2011

Aquí vienen a dar todos los vientos

Esto es todo y no es suficiente
pero quizás les diga a ustedes
que aún estoy aquí

Bertold Brecht

Cuando recuerdo que Lezama Lima -tan promovido en su centenario- creó unas eras imaginarias y que la séptima fue llamada «Las piedras a través de la historia», me atrevo a inferir que de haber coincidido en el tiempo con  mi admirado amigo Trillo, hubieran entablado un profundo diálogo intertextual presidido por una imagen creada por el pintor y la filosofía interpretativa del poeta de Orígenes, nombre por demás sugerente para la actual serie del pintor, que parece profundizar en su marco conceptual.

La acción cultural de hacer poesía no es privativa de los literatos que la cultivan y en esta serie aflora una poesía apocalíptica, quizás provocada por el momento que está viviendo el mundo.  A mí siempre me impresionaron más los dibujos de Leonardo que su obra terminada. Y algo parecido me ocurre con Goya y sus Caprichos si los pongo al lado de la Familia de Carlos IV, a pesar de ser ésta una de mis obras pictóricas predilectas. Y analizándome sin prejuicios, he llegado a la conclusión que lo que disfruto es la deducción, lo que falta, lo que pongo yo en el colmo de un ego exacerbado. ¿Qué podría yo ponerle a esas obras preferidas sobre otras de la misma autoría? Nada. Esa nada me excita.

Con la obra de Carlos Trillo Name experimento lo mismo. En su expresión matérica del abstraccionismo, hay un principio -el matérico-, interpretado según la obra por un actor de carácter como el asfaltite, un cartón acanalado o una estructura de arena o el brillo opaco de plata oxidada o de cobre como protagonistas o tantas otras propuestas materiales o materiales propuestos por el pintor -que a veces incluye la textura o la lisura del soporte- a modo de coro griego. Esas propuestas provocan un inconsciente completamiento pictórico que es singular para cada espectador y en ese momento de creatividad expectante, ocurre el milagro de la comunión entre el artista y su público. Un segundo mágico e irrepetible.

Creo que esa comunión contemplativa y única con su pintura, es lo que hace la obra de Trillo vigente. Cada exposición, cada exponente salido de sus manos o de sus improvisadas sorpresas compuestas por la gravedad, la fuerza de la gravedad en sus chorreados -el abusado dripping- y el informalismo controlado de sus diseños, varían en sus series, pienso que surgidos por fuerzas interiores que varían con su estado de ánimo, con su rico y apenas descubierto mundo interior de sus orígenes, del que celosamente guarda la clave. Su lenguaje hay que descifrarlo libre de intenciones, hay que dejarse llevar por el viento. Así se puede experimentar un placer retrospectivo completamente ajeno a la propia voluntad y recordar El Elogio de la Sombra de Tanizaki.

Aquí vienen a dar todos los vientos, me ha sorprendido con el uso de algunos colores poco habituales en su paleta tradicional, que siempre incorporó la gama de los ocres y sienas, el negro, el blanco y los azules. Aparecen unos jóvenes rojos, verdes y naranjas. Sus acostumbradas texturas matéricas incluyen el permanente control de la informalidad, sus aparentes dibujos soldándose y diluyéndose sobre un fondo plano, fondo que a veces no se subordina sino que adquiere su propia personalidad. En la energía desatada de esta serie, un despliegue de fuerza creativa, de magma pictórico, donde la sorpresa me acompaña y la novedad me desconcierta, reconozco su renovada huella y persuadido me someto y saludo al pintor. Hoy,  en Cuba, ya se transita por los caminos que él desbrozó. AVE TRILLO.

Daniel M. Taboada Espiniella
La Habana, abril 2011

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