Diurnos y Nocturos

Pedro Hernández Torres enero 2005

Preámbulo, ... una fábula:

LA NOCHE…
… se hizo cómplice de sus secretos y de su miedo; de su llanto y de su frío, y él prometió, entonces sin saber aún cómo-, pagar la deuda jamás exigida… Ella supo guardar sus meditaciones fascinadas en un silencio enorme y regalarle los monótonos cantos de sus grillos o el vuelo de una impertinente luciérnaga que se posó, al fin, en su precoz pesar; supo protegerlo, con sus mantos encantados que ocultaron la helada luz, de sus escapadas de militar obligado; receló, quizás sí, de aquel primer beso fugaz que, aunque no para ella, supo apartarlo de la lujuria dada su contraída culpa; supo muchas cosas y el juró hacerle un recinto. Ella, por último, le ofreció su llanto agradecido que hizo charcos, y así esperar la majestuosidad del gesto de su imaginado enamorado.

EL DÍA…
… lo invitó a emborracharse de ruidos y sonidos; lo mezcló entre sudores y risas; entre andares, apresurados o tambaleantes de alcohol, lo hizo extraviar; lo embrujó de luz y de balcones, de rejas y columnas, de calles rotas y estrechas aceras; lo hizo sentar en un banco para que escuchara el ritmo cincopado del viento y sintiera el olor de las azucenas de un cercano cantero de aquel parque; lo hizo feliz… A cambio, y en gesto vital, le pidió un pregón de colores: su amigo le exigía el cobro de su pacto.

ÉL…
alucinado, comenzó a pintar los paisajes de sus fieles intimidades. Un derroche de encantado realismo fue el instrumento utilizado para perpetuar las horas y los lugares que le hicieron vivir y sentir aquellos dos viejos confidentes. La noche, entonces, le procuró ser uno de los muy pocos cantores suyos. El día, le abrió su pecho para que supiera apresar su deslumbrante espíritu. Fue así que él comenzó a entonar los definitivos rezos diurnos y nocturnos…

Artículo de fe:
Diurnos y nocturnos…
Desde el siglo XIX, que hace del paisaje su temática principal en el espectro cubano de las artes plásticas, la trayectoria del tema en cuanto a la nocturnidad es, prácticamente, exigüe. Quizás la deslumbrante luz del entorno cubano subyugó a los creadores practicantes de ese ejercicio para mostrar, a partir de entonces y de manera sistemática, sobre tablas, lienzos o cartulinas, el esplendor de un paisaje fundamentalmente campesino o suburbano, pero siempre diurno, quizás por esa señalada razón. Siendo Cuba un archipiélago, incluso, el paisaje marino corrió casi la misma suerte en cuanto al aspecto cuantitativo de sus exponentes.
Dentro de este panorama, irrumpe Pedro Hernández Torres quien, con una muy sólida formación académica y ya hacia los mediados de la década de los ochenta del pasado siglo cuando la inquietud plástica se movía hacia otros derroteros artísticos cuyos conceptos comenzarían a marcar pautas transvanguardísticas-, nos presentaba sus lienzos nocturnos con una acentuada maestría de avivado realismo o, loquees lo mismo, con una depurada destreza hiperrealista.
Sus pinturas, tal vez, vinieron a traer un solaz al convulso ambiente expositivo cubano de entonces; pero lo más importante fue la entrega de un faltante necesario: la nocturnidad plástica, cargada de asombrosas luces, ésas que él ha sabido reflejar con extraordinario lirismo.
Empleando el azul como gama principal de una paleta que se mueve también entre negros, grises y blancos, para marcar así el primer tempo de la nocturnidad (el anochecer), Hernández Torres comenzó esta práctica mucho antes de concluir el más elevado grado de su carrera plástica: el recuerdo de sus tempranas vivencias casi lo obligaron a «saldar cuentas», sin saber además- que su ejercicio lo inscribiría en un acápite absurdamente soslayado de la historia de nuestra pintura.
El paisajismo nocturno de este creador se. detiene en parajes suburbanos muy específicos de la capital cubana, pero que bien pudieran parecer los de cualquier otra latitud. Auxiliado de su poética perspectiva o del radiante destello que pudiera provocar una pequeña pincelada de blanzo-zinc, Hernández Torres subraya lo que la caprichosa geografía nos hace pensar: lo que vemos aquí posiblemente lo hemos visto en otra parte. El misterio de la noche y sus sonoros silencios, el embrujo de su particular atmósfera, su inequívoca frialdad, se hacen partícipes de esta ilusión y que él, con paciente destreza técnica, repito, se encarga también de trasladarla a sus lienzos o cartulinas, aportándole detalles propios de un pintor inevitablemente enamorado de la noche.
Ya más recientemente, Hernández Torres paisajista por excelencia-, y sin abandonar sus inclinaciones nocturnas, se vierte a los más efervescentes panoramas parciales de la ciudad capital vista de día. La Habana Vieja se hace aquí centro de la atención discursiva de este artista que parece tomarnos de la mano para meternos en las calles y en el bullicio por él recreados. Ahora es el blanco la luz- el protagonista de una tabla cromática mayor que se abre en busca del estallido perfecto del perpetuo movimiento de sus habitantes y del juego de sombras que provoca el sol entre paredes, volutas, guardavecinos, columnas, balcones, ventanas y rejas.
Estos ensayos diurnos lo han llevado a entrar en francos ejercicios experimentales, a partir de la descomposición de un paisaje específico, haciendo saltar a un primer plano algún detalle desprendido de él, pero aún integrado por la particular oratoria que consigue en cada aguada, transformando el acrílico en acuarela, y de los cuales no prescindiremos en esta actual confrontación.
DIURNOS Y NOCTURNOS constituye, precisamente, eso: una colación de la elegante e impecable práctica pictórica de Pedro Hernández Torres y la Galería de Arte VILLA MANUELA, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, se convierte en aquel prometido recinto para adorar a LA NOCHE, en la que su eco dejará escuchar ese pregón de habaneros colores que nos permitirá bailar con EL DIA:… ÉL, acaba de hacer entrega definitiva de sus más valiosas ofrendas.

Lic. Antonio Fernández Seoane
Enero 2005

Obras

Memorias de una vieja dama

Pedro Hernández Torres 2005

Espejo de lágrimas

Pedro Hernández Torres 2005

Crónicas de un día en San Juan

Pedro Hernández Torres 2005

Gentes del Barrio

Pedro Hernández Torres 2004

Interiores con sábanas

Pedro Hernández Torres 2004

Lo cotidiano (Apuntes de mi habana)

Pedro Hernández Torres 2004

Identidad

Pedro Hernández Torres 2004

Caserío al anochecer

Pedro Hernández Torres 2004

Al caer la noche

Pedro Hernández Torres 2004

Espacio Idílico II

Pedro Hernández Torres 2004

En la espera de un después

Pedro Hernández Torres 2004

Espacio Idílico en la Ribera del Quibú

Pedro Hernández Torres 2000

Caserío al atardecer

Pedro Hernández Torres 1999

Artistas