No perder la tabla

Gilberto Frómeta Fernández febrero 2014

No perder la tabla

Frómeta se divierte. De figurativo rabioso pasa a abstracto vehemente sin mayores complejos. Y las dos cosas las hace muy bien. Quiere ver un cuadro, y entonces se lo pinta o lo construye, sin importarle mayormente parentescos o filiaciones estéticas con éste o aquel. Es un hombre esencialmente libre, si entendemos esta condición no como la facultad de hacer todo lo que se quiere, sino, por el contrario, como el impedimento de no hacer aquello que no se quiere. Y eso se da en su vida personal y también en la pintura, aunque nunca sepamos -sencillamente porque nunca se puede saber- dónde termina una y comienza la otra.
Ahora incursiona en el informalismo matérico. Pero sigue haciendo obras absolutamente bidimensionales, y hasta algún que otro de sus caballos memorables, si es que se le pone a tiro la necesidad y la idea. No abandona las sendas anteriores. No se niega a sí mismo. Simplemente es así, desprejuiciado, diverso, lúdico.
Pienso que en un artista de tan larga ejecutoria siempre habrá que saludar su capacidad de riesgo, ese importarle un rábano la aceptación de la obra, ni su viabilidad en el mercado, ni lo que ésta específicamente representa en el intenso laberinto de su diario hacer. El pinta y ya. Marida la virginidad del lienzo con maderas -¿restos de naufragios?- que ya han vivido lo suyo. Y el resultado está a la vista. Tómelo o déjelo. Él hace arte, en primer término, para sí. Y sonríe haciéndolo, como quien se acuerda de maldades remotas.
A esta altura del partido Gilberto Frómeta lo ha visto casi todo, por eso es ingenuo tratar de desenmarañarle críticamente el camino. Los títulos de las obras tienen un valor orientador. Se rompió el silencio, Volviendo al orden. No es casual que este último título pertenezca a una obra de calculado equilibrio. ¿Y en el primero, a qué silencio se refiere? ¿Al de la crítica que puede literalmente chillar ante sus obras o a su don de convertir el monólogo interior en un diálogo desde los muros de la institución Galería?
Como cree en el poder balsámico del arte, uno de los monumentales lienzos que nos reciben se titula Relief Symphony (Algo sí como sinfonía aliviadora o ansiolítica). ¿Es una broma? ¿Puede el rojo enervante calmar algo? Pues aunque algo de risueño hay en la intención, al descargarse, al desbordarse en los pigmentos, el pintor se alivia de la dura carga que resulta existir.
Los cubanos, con el paso del tiempo, nos hemos vuelto artificialmente serios o solemnes. Hasta para el más mínimo gesto pedimos una sesuda intencionalidad, el famoso concepto. Aquí cada cual puede ver lo que quiera. Yo, por lo pronto, recibo el intenso goce de vivir de un hombre en plenitud de facultades. Y ríase si quiere, pues de eso se trata, que la función lúdica del arte no es la única, pero sí tan válida como cualquier otra. En dos palabras: no me pierda la tabla.
Tengo un modo primitivo y egoísta de apreciar el arte. Consiste en ir a galerías y museos y preguntarme cuáles obras de las que se exhiben me gustaría llevarme para mi casa. No se trata de que las que no me gusten no tengan valores, sino de cuestionarme hasta dónde uno estaría dispuesto a convivir con un cuadro o una escultura. En este caso la respuesta sería: ¡todas!

Alex Fleites

Obras

V

Gilberto Frómeta Fernández 2013

Cae

Gilberto Frómeta Fernández 2013

La última tablita

Gilberto Frómeta Fernández 2012

El de la manchita blanca

Gilberto Frómeta Fernández 2012

Volviendo al orden (VI)

Gilberto Frómeta Fernández 2012

Se rompió el silencio

Gilberto Frómeta Fernández 2012

Cálido paisaje

Gilberto Frómeta Fernández 2012

Sinfonía en relieve

Gilberto Frómeta Fernández 2011

Verso amarillo

Gilberto Frómeta Fernández 2010

Artistas